… o cómo determinadas obras de gran autonomía formal, fácilmente copiables en apariencia, deben de ser analizadas al margen de sus (desastrosas) consecuencias.
2 de enero de 2013

[Jaume Prat] En 1980, Peter Gabriel quiere plasmar, de una vez por todas, sus ansias de cambio en el disco que cierre definitivamente su etapa dedicada a la música progresiva. El resultado será un disco llamado, sencillamente, Peter Gabriel, el tercero con este título, reconocible por una excepcional portada diseñada por Storm Thorgerson, de los estudios Hipgnosis, un retrato al óleo de la cara del cantante derritiéndose pintado sobre un retrato. El disco pasará a conocerse como melt (fundido) entre sus fans. 

Peter Gabriel está producido por un Steve Lilywhite de sólo 24 años, seis mas joven que el propio Gabriel, e implicará un I+D sobre el propio sonido del disco que incluye el uso incipiente de instrumentos como el Fairlight CMI (el primer sampler conocido), el Chapman Stick (un derivado del contrabajo con trastes y diez cuerdas) y baterías a las que se habían eliminado todos los platillos, en una técnica desarrollada por Phil Collins. Las canciones tienen una producción muy directa, basada en la calidad de unos músicos tocando casi siempre a la vez, fusionando sus estilos hasta el punto que es casi imposible reconocer quién toca qué, incluso habiendo reunido a guitarristas tan dispares como Paul Weller, Robert Fripp o un David Rodhes, que dejará su grupo de siempre, Random Hold, para desarrollar su carrera como mano derecha del cantante. Las letras son cortas, muy intensas, trabajadas como pequeñas píldoras poéticas, muy dependientes de una interpretación vocal muy exigente. El éxito comercial quedará asegurado con Biko, una canción antiapartheid dedicada al líder sudafricano ahora afortunadamente desfasada por el curso de los acontecimientos. 

El disco será muy influyente entre los agentes musicales: los que hacen los discos. Su sonido, ampliamente copiado, será la base de buenos discos en los ochenta, pero también se vulgarizará hasta límites despreciables. 

Entre 1981 y 1989, Lluís Clotet e Ignacio Paricio se ocuparán de la construcción de la Sede del Banco de España de Gerona. El edificio, un monolito de ladrillo, consta de dos partes, un cilindro y un prisma maclados de un modo aparentemente torpe, enfrentados a un parque (que posteriormente diseñarían José Antonio Martínez Lapeña y Elías Torres) que se mete en cuña en el primer ensanche de la ciudad. El cilindro queda enfrentado a este vacío urbano, marcando una presencia urbana imponente: el edificio, por su sistema constructivo, aparenta ser mayor de lo que es en realidad. El piso superior (vacío hasta la reforma que llevaron a cabo recientemente los mismos arquitectos) comprime un muro monolítico de ladrillo de sesenta centímetros de espesor que, cuando trabaja bien cargado, es completamente estanco al agua, al frío y al calor. Las fachadas están trabajadas en órdenes abstraídos de la arquitectura clásica, que ritman el tambor cilíndrico y lo unen a la parte prismática. 

Como Peter Gabriel, este edificio ha tenido una enorme influencia, parte de la cual se ha desaprovechado y vulgarizado: cuando la hoja de sesenta centímetros de ladrillo pasa a tener quince, el edificio pierde. Cuando la intensidad del diseño baja, éste se malbarata irremediablemente. 

No se pueden juzgar, como se ha hecho demasiado a menudo, estas obras por quien las haya malentendido, sino que se deben de reivindicar (y hacer dialogar los rasgos que tienen en común, como la crudeza de su construcción, el carácter elemental y sencillo de un resultado final al que se ha llegado a través de muchos rodeos) tomándolas como las obras complejas y torturadas que son. 

País: España
Ciudad: Gerona
Agentes: Lluís Clotet
Agentes: Ignacio Paricio
Agentes: Peter Gabriel
Edificios: Banco de España de Gerona
Autoría de la imagen: Jaume Prat, Hipgnosis (portada)