Una noticia recientemente aparecida en prensa recuerda el ahogo económico de este pueblo del Bajo Cinca.
12 de febrero de 2013

[Jaume Prat] En medio del debate sobre los productos de proximidad, la central eléctrica de Andorra de Teruel, alimentada hasta ahora por el carbón proveniente de las minas de Mequinenza, ha pasado, a la callada, a alimentarse del carbón proveniente del extranjero, llegado primero en barco, luego en camión. Veinte de estos mineros, en protesta por este hecho, se encadenaron, el pasado ocho de febrero, a la central eléctrica del mismo pueblo. Endesa no ha decidido, condenándolo a la pérdida de uno de los sectores económicos que lo alimentaban. No se ha decidido renunciar a la producción de energía mediante combustibles fósiles: sencillamente se ha decidido que el país renuncie a su extracción en territorio nacional. 

Mequinenza, al borde del ahogo económico, presenta una de las historias recientes más desgraciadas de España. El pueblo controla la desembocadura del rio Cinca sobre el Ebro, emplazamiento de enorme importancia estratégica. Se ubicaba en la vertiente sur de la montaña culminada por un castillo del mismo nombre, sobre la cuenca del río Ebro. Escenario de algunos de los combates más cruentos de la Batalla del Ebro, las tropas republicanas volarán el puente sobre el rio, que no será reconstruido hasta unos veinte años más tarde. La represión se completará, en 1957, con la venta del pueblo a Enher, una de las compañías madre de Endesa, que l’ arrasará (con la mala excusa del pantano de Riba-Roja) hasta los cimientos para desplazar toda la población al margen del Cinca, haciéndola girar noventa grados sobre la falda de la montaña del castillo que la empresa restaurará expresamente para que Franco pase una única noche allí contemplando la desgracia que ha creado. El pueblo perderá, en el proceso, el 50% de su población. La restante quedará alojada en un vergonzante poblado de nueva planta. 

Pero la vieja Mequinenza conocerá una segunda vida, de la pluma de uno de los escritores principales en lengua catalana, nacido en el pueblo: Jesús Moncada. Moncada convertirá Mequinenza en un espacio literario de la importancia del Santuario de William Faulkner, de la Región de Juan Benet, del Macondo de Gabriel García Márquez o, quizá, en la última (y más desolada) Ciudad Invisible de Ítalo Calvino. Gracias a Moncada, Mequinenza en un espacio inmortal. El autor, traducido a unos veinte idiomas (entre los cuales se cuentan el japonés y el sueco), muerto prematuramente a los 63 años, ligará toda su producción literaria (excepto la novela La Galería de las Estatuas, ambientada en una Zaragoza de la que nunca se mencionará su nombre, que rememora sus años de bachiller en la ciudad) a Mequinenza. Moncada escribirá dos novelas más: Memoria Estremecida y Camino de Sirga, la más célebre de ellas, y cinco recopilaciones de cuentos de tono tragicómico de resonancias shakespirianas. Su formación, ligad a su trabajo en la Editorial Montaner i Simón (en el miso edificio que ahora aloja la Fundación Tàpies), lo hará coincidir con Pere Calders, padre del Realismo Mágico, uno de los cuentistas más importantes de Europa que, en su etapa de exilio en México, habrá coincidido con Juan Rulfo, cinco años más joven que él, que escribirá Pedro Páramo (publicada en 1955) bajo sus auspicios. Este mismo tono es el que impregnará todos sus libros.  

Moncada nombrará Mequinenza como la ciudad que perdió la guerra dos veces. Ahora podría perderla por tercera vez, ahogada económicamente, de un modo más sórdido, anónimo y eficaz, también más mediocre, gracias a la economía. 

Galería de fotografías de Jesús Moncada (complementariamente a su actividad literaria, Moncada fue un fotógrafo remarcable). 

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