Dos cruces de luz invitan a reflexionar sobre la naturaleza de algunos espacios religiosos católicos.
10 de julio de 2013

[Jaume Prat] En 1989, Tadao Ando completa su tercer templo católico documentado, la Iglesia de la Luz, en Ibaraki, prefectura de Osaka. El templo, una planta basilical de pequeñas dimensiones, se resuelve únicamente con tres materiales: hormigón armado, las planchas de encofrado (que se reciclan en el mobiliario y el pavimento), y la propia luz, haciendo honor al título del proyecto. La luz insinúa el espacio, pero no lo ilumina. La luz construye una gigantesca cruz (tan grande como el propio templo) que ciega al público, impide que se mueva libremente por la sala, jerarquiza fuertemente el espacio y metaforiza la propia Iglesia Católica: una religión esclerotizada, inmovilista, piramidal, que rechaza toda crítica, cuya verdad emana de sus dirigentes sin diálogo ni voluntad alguna de escucha. 

Hace menos de una semana, Nick Cave ha lanzado su último trabajo, Push The Sky Away. Se trata de una colección de nueve canciones inéditas basadas musicalmente en el obstinado. Cada una de las nueve canciones se desarrolla sobre una base musical que se va repitiendo ad infinitum animada por unos arreglos muy cuidados que la van variando y modulando de intensidad. Cave, a pesar de sus innegables méritos musicales, debe de ser visto principalmente como un hombre de letras. Su carrera musical se completa con dos novelas, And The Ass Saw The Angel y The Death Of Bunny Munro, y tres guiones cinematográficos, todos ellos filmados, Ghosts… Of The Civil War, The Proposition y Lawless, las dos últimas dirigidas por John Hillcoat. Cave es un escritor culto, denso, capaz de citar desde La Crítica de la Razón Pura de Kant en la canción There Is A Kingdom, a William Morris en More News From Nowhere, parafraseando la novela (casi) homónima del autor, o de trascender la novela Jubilee Street de Shelley Harris en la canción del mismo título, quizá la más bella de su trabajo reciente. 

La portada de su último disco es la más intimista de todos los discos de Cave: una fotografía al contraluz de su dormitorio enfocando los porticones semiabiertos. Nick Cave, a la izquierda, abre completamente uno de ellos para iluminar el cuerpo desnudo de su esposa, Susie Bick. La habitación se tiñe de una luz lechosa, delicada. Los porticones centrales forman, claramente, una cruz análoga a la de la iglesia de Tadao Ando. Las comparaciones son interesantes. Allí donde Ando propone una luz estática, opresiva, Cave, católico practicante, opone una luz matizada, el marco para el movimiento de dos personajes. Allí donde se recibe una palabra preparada para ser recibida acríticamente, se opone un espacio definido, agradable, sensual. 

Nick Cave, en cualquiera de sus historias (y considerando sus canciones como tales), ha destilado la belleza más pura a partir de la sordidez, de la crueldad. A partir de cuentos (incluso un disco entero) sobre asesinatos, sobre niños abandonados, sobre prostitutas incapaces de corresponder al amor incondicional de sus clientes. A partir de himnos religiosos, de declaraciones de amor violentas, sexuales, intensas. Nick Cave trata su propia religión como una base atormentada, retorcida, lujuriante e insana desde la cual, a través de un proceso doloroso, extraer ese tipo de belleza. La que opone la luz que permite celebrar, que glorifica la belleza y el sexo, a la que simplemente construye opresión: la que tenemos asociada a la mayor parte de templos católicos. La oposición entre la luz que construye angustia, belleza terrible, y la belleza del movimiento y el espacio flexible debería de hacernos reflexionar a la hora de crear cualquier espacio trascendente. Sea para el sexo o la plegaria. 

Video de Jubile Street, dirigido por John Hillcoat. 

 

 

el libro «…from Jaume Prat Ortells«, de la colección de ebooks de arquitetcura + arquitectos de scalae, publicado en Junio de 2013, contiene una versión revisada de este artículo.

Agentes: Nick Cave
Agentes: Tadao Ando
Edificios: Iglesia de la Luz
Autoría de la imagen: John Hillcoat