17 de noviembre de 2008

El autor asegura que el pez es pequeño, pequeñísimo: pececillo, pesesilio.

De apariencia tropical, sólo apariencia, el trazo descubre que el carácter no atiende tamaños y que lo que aparenta disgusto no es sino el rictus de un enorme esfuerzo.

Se añade otra peculiaridad: es transparente. Posiblemente dejó de fumar, o lo intenta, o recién atravesó el territorio tintado de un pulpo cobardón, viene a ser lo mismo: el pulpo ya no está, huyó, y los demás peces pueden nadar tranquilos.

Vaya… parece que hay otro pulpo y va a por él. Habrá que echarle una mano, que no todo lo puede un pez solo, por bravo que sea.

Autor: Daniel Silberfaden