El complejo del Museo de la Evolución Humana comprenderá, además del edificio del Museo, el edificio del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana y el Palacio de Congresos, que incluirá en su interior un auditorio
8 de julio de 2010

El edificio del Museo albergará una exposición permanente en relación a los yacimientos de Atapuerca así como otras exposiciones de carácter temporal.

La zona de actuación del Museo de la Evolución Humana afecta urbanísticamente a la zona del paseo de la Sierra de Atapuerca, incluido el puente Gasset que se ensanchará notablemente. El paseo tendrá nuevas zonas ajardinadas además de una fuente cibernética con múltiples surtidores y juegos de luces.

Recientemente el arquitecto Juan Navarro Baldeweg ha visitado el complejo a pocos días de su inauguración, que tendrá lugar el próximo día trece de julio. El Diario de Burgos le hizo una entrevista a pie de obra aprovechando la oportunidad. A continuación extractamos algunos fragmeentos de esta entrevista.

¿Qué sensaciones tiene cuando está a punto de inaugurar ‘su criatura’?

Sobre todo la sensación de que en todo este tiempo, que ha sido largo desde el concurso del año 2000, se ha conseguido plasmar las ideas iniciales, la experiencia de ese argumento inicial que estaba escrito en la memoria del proyecto. Algunas cosas se han transformado, pues como se sabe todo el Complejo era inicialmente unitario y luego surgieron unas divisiones que no han afectado a la esencia del proyecto, incluso en algunos proyectos han mejorado. Por ejemplo, estas calles estrechas con la estructura que llamamos ‘el cesto’ será una experiencia inolvidable en la visita y tendrá más impacto ahora que en la época del alcalde Olivares, cuando era un solo edificio.

¿Así el proyecto ha mejorado?

En general, todos los proyectos mejoran porque en su marcha van cambiando, aunque no así las ideas iniciales que siempre se han mantenido. Y esas tienen que ver con la relación arquitectura-naturaleza que afecta a toda la disposición de los volúmenes en torno al a colina artificial que baja hacia el río Arlanzón desde el Museo, recreando una ecología que reproduce el paisaje de Atapuerca. Para mí es una de las cosas más importantes del Museo como comunicación de experiencias. Enseña el libro de la naturaleza, y lo que sabemos de nuestro pasado está guardado en los estratos más antiguos, y desde allí, desde el nivel inferior, se extrae cómo fue la vida para los antecesores del hombre. Tanto la arquitectura, que está evidentemente impregnada de esa relación con la naturaleza, como la luz cenital, porque en el fondo el sol es que da energía, el que hace que todo fructifique, que todo crezca. Y esto se ha conservado desde el inicio aunque los edificios se hayan segregado, que yo ahora veo que incluso esa separación tiene una relevancia mayor. Por ejemplo, en las transparencias horizontales, ambos lados del Museo son transparentes y nos enseñan los edificios que tiene al lado. Por una parte, el Centro de Investigación, que aporta seriedad científica, pero también la presencia del Auditorio y Palacio de Congresos, que es el comunicador. Y así tenemos el recorrido, desde la fuente de la información hasta su difusión máxima. Y en todo ello el MEH es una sección en el tiempo de los contenidos actuales y que con el tiempo podrá incorporar nuevos conocimientos.

¿Qué siente ahora, después de 10 años de proceso, cuando va a entregar algo que hasta ahora ha sido ‘suyo’? ¿Supone un desahogo o un punto de tristeza?

Bueno, no es el caso, porque todavía tenemos trabajo en el Auditorio y seguiremos en contacto. Tenemos mucha suerte de tener un director como Javier Vicente, que es una persona sensible, ideal para dirigir el Museo, pero el contrato lo mantenemos y seguiremos haciendo visitas al Auditorio, que creo que quedará muy bien. Las dos salas son muy muy bellas, serán fantásticas.

Cuando un arquitecto entrega una obra, ¿hace un seguimiento posterior o se olvida de ella?

Depende, hay algunas que se siguen visitando y otras menos. Pero aquí todavía nos quedará tiempo hasta que se inaugure el Auditorio.

¿Le ha afectado que en su día el proyecto no fuera el favorito de la ciudadanía, pues a pesar de ganar el concurso el voto popular optaba por la propuesta de Isozaki?

Hombre, las cosas afectan pero es una cuestión de paciencia, de un trabajo que hay que hacer y ya se verán los resultados. Incluso en el rodaje hay un tiempo de enhorabuenas y de que todo esté muy bien. Todos los proyectos pasan altibajos en los criterios de la gente, porque especialmente estos grandes ejercen una cierta violencia en la ciudad, transforman. Pero una vez que están instalados y se empiezan a acomodar uno ya no puede pensar que haya vuelta atrás, porque crean ciudad y se quedan.

¿Hay algún aspecto del resultado final del edificio del que esté especialmente orgulloso, que le haya sorprendido gratamente?

Esas ideas fundamentales. La primera, la relación arquitectura-naturaleza. También la relación con el río Arlanzón, con la otra orilla, con la Catedral, hay una intención clara para que la marquesina parezca un dedo índice que señale la Catedral. Y por último, dentro del Museo, la vista que va cayendo desde las trincheras hasta el río, parece que estás dentro de la naturaleza pese a ser un parque parcialmente creado. El rosario de jardines de Burgos que forman el parque unitario junto al Arlanzón aquí se remata, anclamos el Museo en este trayecto que a su vez es un vínculo con Atapuerca porque también está en el hilo del río.

¿Qué espera que sienta el visitante que vea el Complejo de Caballería por primera vez?

Todas esas cosas que estoy diciendo, quizás de una manera consciente pero también inconsciente. Seguramente la gente lo experimentará pero no se dé cuenta de que vive eso.

Si ahora le
dijeran: «Viene por ahí un grupo de turistas. Explíqueles lo que están viendo», ¿cómo lo haría?

Más o menos así, insistiría en la idea del deseo de relacionar la arquitectura con la naturaleza y la energía solar, con los ecosistemas que son fuente de vida y que todo eso son parte del estudio del Museo. 

En las últimas semanas se ha instalado el contenido. ¿Le gusta lo que está viendo?

Mi impresión es que el contenido es respetuoso con la arquitectura, crea un sistema de puntos de interés sin romper el espacio, aunque por otra parte era difícil romperlo porque lo más fuerte del Museo es que es unitario. Siempre he dicho que es como un gran invernadero en el cual el sustrato, lo geológico, estuviera presente, pues la recreación debajo de las trincheras… Sigues el recorrido, entras en el Museo subiendo una rampa, ves las trincheras y bajas. Y ese sentimiento de estar bajo tierra tienes que notarlo también. Y ahí se reproducen los contenidos que pertenecen al subsuelo, al sustrato.

La comparación con el Guggenheim de Bilbao fue constante, sobre todo al principio. ¿Espera que este complejo sea algo parecido para Burgos, un revulsivo turístico, un elemento de modernidad?

Yo pienso que sí, que será una transformación de la ciudad. Pero es un museo muy distinto. El Guggenheim de Frank Gehry es muy formal, de efectos, y este edificio es más de relaciones. Los contenidos son los que verdaderamente tienen importancia, y además es una filosofía más acorde con el momento crítico que vivimos. No estamos para formalismos, estamos para incidir en las cosas con precisión.

¿Le preocupa que los remates finales no lleguen a tiempo para la inauguración?

Yo creo que sí llegarán, siempre hay en todas las obras cosas que se hacen posteriormente, pero creo que está listo.

País: España
Ciudad: Burgos
Agentes: Museo de la evolución humana
Agentes: Juan Navarro Baldeweg
Edificios: Museo de la evolución humana
Autoría de la imagen: Diario de Burgos
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