Pequeño relato del workshop del presente año desde dentro.
4 de septiembre de 2014

[Jaume Prat] Olot es una ciudad de unos treinta mil habitantes, capital de la comarca de la Garrotxa, a hora y media de distancia de Gerona y a tres horas largas de Barcelona hace menos de veinte años. La ruta más directa cruzaba algún puerto de montaña por carreteras de segundo orden, y si se quería visitar la ciudad con una cierta atención había que dormir allí. Olot está rodeado por (y vive de espaldas a) un parque natural, presentando una estructura urbana lineal que la extiende entre la falda de tres volcanes extintos (dos de ellos con un cráter arriba y otro abajo, transformados ahora en cráteres urbanos) y el curso del río Fluvià. Hecho que se puede notar cuando paseamos por sus calles, aunque la ciudad está construida (o excavada) en buena parte por materiales volcánicos: basalto, greda, lava solidificada. En la comarca existen términos específicos para definir formaciones geológicas locales, como los morrots o los tossols. A parte de la Garrotxa sólo se encuentran tossols en Islandia y en el planeta Marte. Con la particularidad que los tossols islandeses jamás han convivido con el hombre, ya que se encuentran en paisajes vírgenes que jamás han sido trabajados. Así, Olot presenta unas características urbanas singulares, y singularmente desaprovechadas. 

Olot es una ciudad industrial más que agrícola (a pesar de la gran fertilidad del substrato volcánico que envuelve la ciudad): industria textil, metalúrgica y alimentaria. Y la industria de los santos, de gran importancia económica durante el siglo XIX y parte del XX, que convirtió la ciudad en una gran exportadora de imaginería religiosa por toda Cataluña, España y Sur y Centro América, desarrollando a su alrededor escuelas de Bellas Artes que tuvieron derivadas como el movimiento de pintores paisajísticos olotenses, de gran significado cultural. Olot es, también, la ciudad donde viven y trabajan los miembros de el equipo RCR. Es un entorno logísticamente complicado, alejado de las escuelas de arquitectura, que obliga a los colaboradores directos del estudio a vivir en el lugar. Es un entorno lógico: las obras de RCR condensan tanto el paisaje como las referencias culturales e industriales del lugar en un sistema de expresión coherente de un alcance que sobrepasa en mucho su entorno próximo. El equipo trabaja regularmente por el resto de Cataluña, Francia, Bélgica y Dubái, buscando siempre la identificación con el lugar donde se emplaza la obra. Exportando un método, no un imaginario. RCR ha creado red en su ciudad, forzando a algunos de sus industriales de confianza a dar un paso más, a una búsqueda constante para poder seguir encajando en un modo de trabajar cada vez más complejo y diverso: estudios satélite, cerrajeros, albañiles, carpinteros. Calculistas de estructuras. Fotógrafos. Algunos clientes. Y el workshop de verano. El workshop condensa todo esto y lo estructura, configurando un gran lugar de intercambio de una fuerza tal que se nota, literalmente, por las calles de la ciudad. Se convierte, incluso, en materia de conversación en los bares. No es para menos: sus participantes se han de mover al propio Olot y vivir allí un mes, con todo lo que eso implica para la ciudad. 

La sede del workshop es el propio estudio de RCR, el Espacio Barberí, ubicado en las instalaciones abandonadas de la fundición Barberí antes de su traslado a la sede actual fuera de la comarca, donde la empresa continúa existiendo. Las paredes patinadas de hollín, los rastros de los hornos, de los conductos de alquitrán, de las estructuras rotas de esculturas novecentistas, las plantas que crecieron durante la época de abandono conviven con un estudio de arquitectura en servicio que ha convertido el propio espacio de trabajo en un espacio de investigación no conectado a las cloacas (y que usa, por tanto, el jardín para reciclar residuos orgánicos), que genera parte de su propia electricidad y que recicla su propia agua. El Espacio Barberí permite a los participantes encontrar rincones, organizar reuniones y segregarse en grupos y subgrupos de trabajo para llevar a término con una cierta comodidad el propósito del taller: reflexionar sobre la ciudad de Olot y sobre algún tema relevante para la arquitectura (este año, la vivienda) mientras se intercambian constantemente conocimientos y se ven sacudidos tanto por la vida cuotidiana del taller (entregas, tránsito de clientes) como por las actividades paralelas que se organizan. En suma, se fuerza algo parecido a la estructura de funcionamiento normal del estudio en época de concurso: un objetivo primario, un límite temporal acotad, diversas cosas que van sucediendo en el interludio. Cosas como el workshop paralelo de fotografía, la preparación de un documental (rodaje incluido), o conferencias como las impartidas por el estudio SelgasCano o por Bijoy Jain, director del Studio Mumbai, animadas por turnos de preguntas que, gracias al entorno, se convirtieron en verdaderas confrontaciones dialécticas entre los participantes del workshop y los propios conferenciantes. 

Los participantes son forzados a trabajar en grupo, a jerarquizarse, a especializarse, a encontrar su lugar y, sobre todo, a pactar: la palabra es la base de RCR y la palabra es la base del workshop. Conversacione
s para establecer acuerdos, bases de trabajo, líneas de proyecto y el dibujo cuidadoso del mismo. Todo esto culmina en una presentación final, un acto abierto ante toda una serie de autoridades cívicas y académicas (alcalde de Olot al frente) que tiene como objetivo condensar el proyecto y convencer a todo el mundo de su viabilidad. El workshop se convierte, así, en una obra en curso, en un proyecto continuo que tiene sentido año a año y también en su conjunto. En un proyecto real que ya se ha materializado en realizaciones concretas como el espacio de la Gredera en la falda del volcán Montsacopa, primera fase de lo que será un camino de ronda que lo rodeará al mismo nivel (un paseo agradable para personas de toda condición física) haciendo sentir a los ciudadanos la estructura geológica del volcán, escondidas bajo capas y capas de verde crecido y descuidado, herencia de unos campos de cultivo, y tras la huella de unas canteras a cielo abierto abandonadas. Una capa desordenada que, engañosamente, parece que siempre haya estado allí y que cubre la esencia del lugar. Negociar con ella, ver hasta dónde se puede rascar, qué se puede recuperar u cómo se puede adecuar a la realidad de la ciudad presente y futura es la tarea principal de un workshop que, por encima de sus otros competidores, busca sobre todo integrar. Ejercer la práctica arquitectónica tal y como es realmente: intensa, no compartimentada en la serie de asignaturas en las que se cuartea en unas facultades necesitadas de una adecuación y de una renovación urgente. Esta pequeña estructura se mueve entre líneas para cubrir esta laguna a través de la práctica profesional de un estudio con energía suficiente como para brindar este esfuerzo a quien lo quiera aprovechar. 

 

País: Cataluña
Ciudad: Olot
Agentes: RCR arquitectes
Edificios: Espai Barberí
Autoría de la imagen: Hisao Suzuki, excepto indicadas.
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