(Español) sobre los modos de extender la materialidad del artesano cuando el interlocutor es la industria
28 de abril de 2013

[Ferran Figuerola para scalae]

Escuchar a Moneo. 

A principios de los 90, tuvimos la suerte de conocer a Rafael Moneo, con motivo de la obra de la Illa Diagonal en Barcelona. Desde entonces, y tras varias colaboraciones, hemos aprendido de la importancia de saber escuchar.
 
La mayoría de las veces que en Cricursa tomamos contacto con algún arquitecto, lo hacemos para entender el proyecto que tiene entre manos y enseñarle aquellos productos que creemos que mejor pueden encajar con sus necesidades. Entonces se establece un dialogo que acaba configurando un vidrio para el citado proyecto. Con Rafael Moneo, la situación es algo distinta. Él parece tener una idea muy clara y muy definida de aquello que quiere para su edificio. Ya se ha imaginado el producto, y lo puede visualizar igual como es capaz de visualizar el edificio mientras lo está proyectando. Por esta razón, nuestro trabajo no se centra tanto en intentar conformar una idea de producto para su proyecto, como en lograr el producto para su idea de proyecto.
 
A finales de los 90, tras 2 años trabajando en el desarrollo de los vidrios del Kursaal de San Sebastián, entendimos claramente que Moneo no se conforma con la primera aproximación. Es fiel a su idea inicial, no quiere sucedáneos. Sólo aceptará aquello que realmente cumpla con su imaginario. En aquella ocasión, el único vidrio de gran espesor, que permitía obtener la profundidad de tono deseada, se fabricaba en Estados Unidos. Y de allí tuvimos que traer 40 contenedores de ese componente del producto, puesto que ninguno de los fabricados en Europa se acercaba a aquella tonalidad. Y algo parecido suceció con el vidrio texturado que lo acompañaba. No servía cualquier textura de mercado, daban reflejos distintos a los deseados. Por este motivo, se tuvo que fabricar un patrón especial, y extrusionar todo el vidrio para el proyecto. Sólo así logramos exactamente el producto deseado.
 
Más tarde, estuvimos colaborando con él en el Hospital Materno Infantil de Madrid. Otro aprendizaje, ya que en ese caso, y tras haber estado trabajando en un producto que diese el aspecto nacarado que deseaba el arquitecto, acabamos perdiendo la obra frente a un competidor, que también supo dar con el producto. De vez en cuando pasa, no siempre el esfuerzo se ve recompensado con un contrato, y una obra de Moneo no tenía por qué ser una excepción. Ya hemos dicho que es un hombre con una idea de producto, de manera que todo aquél que acaba dando con el producto de su imaginario tiene exactamente las mismas posibilidades de acabar realizándolo. Pero todo ese proceso no cayó en saco roto. Conocedores de la idea de Moneo, seguimos trabajando en el desarrollo de producto, mejorándolo técnicamente para que no sólo fuese una réplica del imaginado, sino que además solventase algunos problemas que generaban las opciones que en aquellos momentos podía presentar la indústria. De este modo, y tras 2 sucesivas evoluciones, acabamos desarrollando un vidrio estéticamente idéntico al primero, pero muy superior a nivel técnico, con el que acabamos realizando los proyectos de Harvard y de Princeton.
 
Fue en este último proyecto, el edificio Neuroscience de la Universidad de Princeton, donde terminamos por comprender a Rafael Moneo. Si para las zonas opacas seguía con su idea del vidrio nacarado, para las zonas translúcidas del edificio tenía en mente un vidrio fundido totalmente artesanal. Nuestras primeras aproximaciones siempre fueron dirigidas a intentar lograr algo parecido, pero nunca terminábamos consiguiendo ese aspecto artesanal puesto que nuestra principal preocupación era la de que el vidrio se pudiera laminar y fuese capaz de soportar las cargas de viento que debía soportar el edificio. Tras 6 meses de trabajo para presentar 5 alternativas de producto, Moneo tardó 5 segundos en decirnos que ninguna valía. A todas les faltaba el carácter artesanal que él pretendía. Por suerte, nos dedicó algo más de tiempo, el necesario para poder escucharle y comprender qué necesitábamos hacer para lograr lo que él quería. Así que, ya de vuelta y gracias a colaborar con un artesano especialista en vidrio fundido en nuevos trabajos de investigación que llevaron seis meses más, acabamos por conformar un vidrio que, cumpliendo con los requisitos técnicos que precisaba la obra, era exactamente igual al producto que Moneo había imaginado. Fue el tiempo necesario para acabar ideando unos nuevos hornos y unos nuevos moldes necesarios para una nueva fabricación. Y hoy, podemos decir que la industria del vidrio ha avanzado, logrando algo que habíamos creído imposible, sólo porqué decidimos escuchar a quien sí lo creyó posible.

 

Ferran Figuerola es gerente de CRICURSA y miembro del consejo editorial de la colección internacional de arquitectura + arquitectos de scalae

 

Agentes: Ferran Figuerola
Agentes: Rafael Moneo
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