17 de noviembre de 2008

publicado en el diario ABC el jueves 27 de abril de 2006

Afortunadamente, la sociedad española no esta acomplejada a la hora de valorar los talentos nacionales. Sin embargo, no sé qué les sucede a nuestros políticos que parece que sí sufren de cierta incultura provinciana a la hora de valorar la arquitectura española, la proyectada por los arquitectos españoles.

España, cuna de grandes arquitectos a lo largo de la historia, es en estos momentos «fábrica» de arquitectos respetados internacionalmente por su formación, su profesionalidad, su genialidad, su bien-hacer y su sensibilidad. La fama y el prestigio de un arquitecto o de un equipo de arquitectos no se alcanza con una obra. Un Proyecto de arquitectura no es un best-seller. El reconocimiento en arquitectura es el resultado de un intenso trabajo, es el fruto de una labor constante de formación, de dedicación y de amor a esta profesión que empareja la delicadeza de las bellas artes con el rigor mas absoluto de la técnica.

Arquitectos españoles trabajan actualmente en multitud de Proyectos por todo el mundo. Podríamos nombrar a muchos, pero no viene al caso hacer una lista puesto que no se trata de dar nombres. Se trata de reivindicar la calidad de la Arquitectura Española que lamentablemente aún hay quien no sabe o no quiere valorar. Gracias a los concursos internacionales de Proyectos, nuestros profesionales han tenido la oportunidad de ganarse a pulso el tan merecido respeto ocupando merecidamente puestos en la primera línea de vanguardia de la Arquitectura.

Hace pocos meses, nuestro Alcalde decidió invitar de modo «preferente», es decir, en segunda ronda y a gastos pagados, a varios arquitectos extranjeros, «los mejores urbanistas mundiales», para concursar en el Proyecto del Río M-30. Gallardón afirmó, ignoramos con qué criterio, que «de este modo se garantizaba la calidad del Proyecto arquitectónico resultante». Curiosamente, el equipo ganador resultó ser de Madrid.

Ahora, nuestra Presidenta contrata directamente, sin concurso público de ningún tipo, los dos primeros edificios de la Ciudad de la Justicia. Se felicitaba y agradecía el inmenso honor que Sir Norman Foster nos hace, a los madrileños, por aceptar desarrollar tan emblemáticos Proyectos. No dudo de la capacidad y genialidad de Norman Foster. Como hemos dicho antes, el prestigio de un arquitecto es fruto de una excelente trayectoria profesional. Tampoco pongo en duda la legalidad de la contratación «a dedo» de semejante obra puesto que el contratante es una empresa pública mercantil exenta, por tanto, de la obligación de ceñirse a la Ley de Contratos de las Administraciones Públicas. No estamos hablando de legalidades sino de coherencia. Decir que desea que «el arquitecto más importante de la actualidad diseñe su proyecto más ambicioso» es, cuanto menos, una concepción de la arquitectura provinciana y limitada. Es no conocer el alto nivel de la Arquitectura Española y no sospechar que, posiblemente, Sir Norman tenga contratados un montón de jóvenes arquitectos españoles en su maravilloso Taller de arquitectura londinense.

En un Proyecto confluyen tantas circunstancias que no por contratar a un reconocido profesional queda siempre garantizada la mejor solución para un caso concreto. El mejor Proyecto Arquitectónico se consigue convocando un concurso abierto, internacional y transparente. Redactando unas bases con rigor, reuniendo un jurado auténticamente profesional y haciendo un seguimiento impecable de todo el proceso. Las premuras de los plazos electorales no justifican procedimientos incorrectos por más que intentemos disfrazarlos de «contrataciones geniales».

Paloma Sobrini, arquitecto

27ABR06

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