(English & Español) Unconscious absorption, Absorción inconsciente… Escola Thau Barcelona
17 de febrero de 2013

[ENGLISH]
[Marta García-Orte for scalae] During the springtime when I was in school, while playing pichi, a children’s game similar to baseball, I had the misfortune to fall and roll down a series of steps. I will never forget that fall. I was neither the first nor the last to realize that was not the place to play. I was reckless in the Amphitheatre, the open meeting place, where the main celebrations take place: Sant Jordi, the 11th of September, the last day of the school year. The Amphitheatre is an open space where the students of every age and discipline gathered together to share in the moment. Definitely, it was the spot to create school community.
 
For several weeks after the fall, I was wondering why the architects decided to put the amphitheatre as a border between two buildings—the elementary and secondary schools—that build up the Escola Thau de Barcelona. It seemed to me to be a hard and forceful physical barrier. Now, with professional maturity, I understand the intention. They took advantage of the uneven topography of the site, giving shape and give cultural dimension to what could have functioned as another playground for the school. The project is very compact despite it’s placement in an extensive terrain.  The location in the outskirts of Barcelona endows the site with a spectacular and enviable natural environment. It seems that the compactness enhanced the project and was decisive in obtaining a public subsidy, in that it allowed much of the terrain to remain in its natural state. Just as a puzzle is composed of parts, an architectural project has many considerations that must be negotiated together to make it whole. 
 
From the age of four to fourteen, we must be in a state of ‘unconscious absorption’ because not until recently, revisiting the spaces in which I lived during those years, I started to understand and relate my admiration for materials in their pure state. I understood the background of my little interest in ornaments and my little willingness of not hiding facilities in the architecture with which I work and I like to observe. These are spaces designed from an understanding of the needs of their users, both children and teachers, with attention to context and orientation, low-maintenance, and social concerns such as creating spaces for encounters and inhabitation, without additives or apparent or redundant elements.
In 2011, while undertaking my graduate studies at the Barcelona Institute of Architecture, I raised and answered many questions. These questions lead me to a state of awareness similar in quality to that which I unconsciously absorbed in the Escola Thau. We were asked to design through a critical lens with respect to contemporary condition, responding to immediate needs and to those of the future. Operating strategically with new building typologies resultant of a new programmatic disposition, rather than responding to an accumulation of boxes, I embarked on a process of looking for interaction between the programmatic elements from the social, energy or knowledge point of view.
 
What if the Escola Thau had been organized as such? The program at the onset of the project was clear and obvious. But seemingly, Bohigas and MBM questioned the possibilities of the program, if its performance could surpass the interests of efficiency and compactness. They succeeded in the creation of communication spaces and ‘something else’, spaces that are still relevant and dynamic. Three-meter wide corridors convert to open class space. Classrooms open on both sides creating a full visual permeability—rather than distracting students this spatial device facilitates a calming order among corridors. Longitudinal stairs on the façade connect each floor and instigate encounters, building relationships among students of all ages.  Seemingly, contradictory needs complement each other and enable the development of an intentional and specific pedagogical project.
 
Reflecting on the overall composition of the school, both buildings contribute to its convincing resolution, as does the multifunctional space in the centre, as classrooms in the Southwest and Southeast facades and the vertical communication and common classrooms in the Northwest and Northeast facades. The classrooms are of a radical transparency.  The staircases, longitudinal as streets, act as thermal buffers between the exterior and the interior. The generic character of the façade solves very efficiently the outer skin of classrooms, composed with repeated modules with shutters at a distance of fifty centimetres from the windows. This system allows raised shutters in winter and down shutters in summer allowing the indirect light and natural cross ventilation. In contrast, this generic facade conceals the logic of the interior removing differentiation among scholastic levels.
 
The Escola Thau, built between 1972 and ‘75, I enjoyed from 1984 to 1994, revisiting in 2012.That means that 40 years have passed since its construction. It is an architecture in which I feel comfortable, with which I share values, decisions that have been made and in which I could continue learning 40 more years.  
 
Marta García-Orte, Architect, january 2013 (with a little help from my friend Melissa Chapman-Smith with the english translation. Thanks!)
 

 

 

 

[ESPAÑOL]

[Marta García-Orte para scalae] Una primavera mientras jugaba a pichi* en el colegio tuve la mala suerte de caer y rodar escalones abajo. Nunca olvidaré esa caída. No fui la primera ni la última en darme cuenta que aquel no era el lugar para jugar. Había dado un uso temerario al anfiteatro, al lugar de encuentro al descubierto en fechas como Sant Jordi, el 11 de Setembre, el fin de curso,… Donde todos los cursos nos mezclábamos para presenciar y compartir un momento común a todas las edades. En definitiva, un terreno para crear comunidad escolar.

Durante varias semanas, después de la caída, me
preguntaba porqué se les había ocurrido poner el anfiteatro a modo de frontera entre los dos edificios, el de primaria y secundaria, que componen la escuela Thau de Barcelona. Me parecía una barrera física demasiado dura y contundente. Ahora, pudiendo responder con cierta madurez profesional, obtengo la respuesta: aprovecharon el gran desnivel provocado por la topografía del solar para dar forma y dimensión cultural y funcional a lo que hubiera podido ser un patio más de la escuela. El proyecto es muy compacto, aún y encontrarse en un terreno bastante extenso, se ubica en el extrarradio de Barcelona, lo que le dota de un entorno natural espectacular y envidiable. Parece que la compacidad del proyecto fue determinante para obtener una subvención pública, lo que favoreció al conjunto ya que permitió mantener más terreno natural. Y es que los puzles están compuestos por piezas, y cualquier proyecto arquitectónico tiene las suyas. 

Debe ser que desde los 4 a los 14 años se está en estado de ‘absorción inconsciente’ porque no ha sido hasta recientemente, revisitando los espacios que viví durante esos años, que empecé a comprender y relacionar mi admiración por los materiales en su estado puro. Entendí los antecedentes de mi poco interés en los ornamentos y mi poca voluntad por esconder las instalaciones en la arquitectura con la que me gusta trabajar y observar. Espacios proyectados desde y para los usuarios, niños y profesores, en relación a la orientación, al uso, al bajo mantenimiento, a los encuentros, a los espacios a habitar. Sin añadidos, sin elementos aparentes o superfluos. 

Fue en el 2011,mientras cursaba el Master del BIArch (Barcelona Institute of Architecture) donde se me plantearon preguntas y respuestas que llevaban a una conciencia similar a la que absorbí inconscientemente en la Thau. Se nos pedía proyectar siendo críticos con el momento en el que vivimos, respondiendo a necesidades del ahora y del futuro. Operando estratégicamente con ‘nuevas’ tipologías de edificios como resultado de una ordenación programática más allá del cúmulo de cajas, buscando una interacción entre los usos de índole social, energética o de conocimiento. 

Así es como leo que la Escuela Thau podría estar organizada: hay un programa claro y evidente, pero parece que, Bohigas y los MBM, se cuestionaron si había opciones de hacerlo  con un interés mayor que el de ser eficiente, el de ser compacto. Lo consiguieron con espacios de comunicación y ‘algo más’, espacios que aún hoy son vigentes: pasillos de tres metros de anchura que se convierten en clases abiertas; aulas con aberturas a ambos lados, permeabilidad visual total, que podría provocar la distracción de todos los alumnos y lo que hace es facilitar el orden de manera pasiva de ‘esos pasillos’; escaleras longitudinales en fachada que conectan todas las plantas y provocan la relación entre los estudiantes de todas las edades. Necesidades aparentemente contradictorias que se complementan y permiten el desarrollo de un proyecto pedagógico muy intencionado, propio y específico.

Reflexionando ahora sobre la composición general de la escuela, parece resuelta de manera contundente en los dos edificios: un espacio plurifuncional en el centro, aulas en las fachadas suroeste y sureste y núcleos de comunicación y aulas comunes en las fachadas noroeste y noreste. Las aulas  son de transparencia radical, las escaleras de comunicación vertical son totalmente longitudinales, como si de calles se tratase y actúan como amortiguadores térmicos entre el exterior y el interior. Un carácter genérico en la fachada resuelve, de manera muy eficiente, la piel exterior de las aulas, compuesta con unos módulos repetidos de persianas a una distancia de cincuenta centímetros de las ventanas. Sistema que permite, teniendo levantadas las persianas en invierno y bajadas en verano, dejar el paso de luz indirecta y permite la ventilación natural cruzada. En contraposición, los diferentes niveles escolares quedan resueltos con una fachada genérica que disimula las lógicas de sus interiores, que ofrecen una adaptación de la escala de los objetos para cada edad. 

La escuela Thau se construyó entre los años 1972-75, yo la disfruté del 1984 al 1994 y la revisité en el 2012, es decir han pasado 40 años desde su construcción. Es una arquitectura con la que me siento cómoda, con la que comparto valores, decisiones tomadas y en la que podría seguir aprendiendo 40 años más. 

Marta García-Orte, arquitecta, enero de 2013

(*) el pichi es un juego infantil muy parecido al baseball.

 

Este artículo forma parte de las aportaciones de Marta García-Orte al debate abierto y colectivo propuesto por scalae.net en el que se confrontan cuestiones de interés personal de los autores, en muchas de las ocasiones no profesionales ni relacionadas directamente con la arquitectura, con hechos o detalles concretos relacionados con los principios, procesos o situaciones de arquitecturas de otros autores, en esta ocasión de Oriol Bohigas y el estudio MBM arquitectes.

El artículo, en una versión revisada y definitiva, podrá formar parte de los ejemplares monográficos de la colección de ebooks de arquitectura + arquitectos de scalae «…about Oriol Bohigas» o «…from Marta García-Orte»